El camino hacia el servicio

Por: Fanny Vera

Cuando escribí mi libro Devuélveme mi Sueño tenía esa voz en mi interior que me aseguraba que iba por el camino correcto en cuanto a desarrollar una idea que me apasionara; una inquietud que de hecho me llevó a lograr uno de mis más grandes sueños: convertirme en conferencista internacional, cuya titularización recibí hace aproximadamente un año. No obstante, aún espero vivir esa primera experiencia delante de un público con la firme intención de ofrecer reflexiones sobre este tema que tanto me apasiona, como es el don de servir a otros.

Para adentrarme propiamente en el servicio, comienzo por repetir una frase del pastor Frank López, de la iglesia Jesus Workship Center, que ha tenido un gran impacto en mi vida: “Todo lo que Dios quiere hacer en la tierra, lo hace a través del hombre”.  Al oír esta frase confirmé que todos nosotros tenemos una responsabilidad en el lugar donde nos encontramos.  Me imagino a una persona orando, buscando que Dios le provea trabajo, comida, o cualquier tipo de ayuda. Su solicitud no le llegará desde el cielo. Dios utilizará a hombres y mujeres para responder su petición.  De allí la importancia de compadecernos de todo aquel que se nos acerca y nos pide una ayuda, porque hoy puedo asegurar que Dios nos ha encomendado que hagamos su milagro por Él.

Cito una frase en 1 Corintios 3:9 que dice: “En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios”.

La primera parte de esta frase nos indica que nosotros tenemos el privilegio de trabajar al lado de Dios; de servir de acuerdo con sus órdenes; para ello, debemos comportamos como Él. La segunda, hace uso de ustedes, es decir nosotros mismos debemos sembrar, debemos edificar de acuerdo con el mandato que nos ha encomendado. Somos desarrolladores de su obra aquí en la tierra.

Otro pasaje bíblico de gran impacto, que todo aquel que dice ser creyente debe considerar todos los días de su vida, es: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies, los unos a los otros” (Juan 13:14).

Mi interpretación de este pasaje es que Él nos habla de la humildad, debemos desarrollar o mantener la compasión; debemos ser servidores.  Mantengamos presentes a nuestros prójimos necesitados. Nosotros venimos a servir; a ayudar a los demás en la medida de nuestras posibilidades y más allá. Estamos aquí para compartir en lo espiritual, en la provisión, en el amor, en la consolación y entre otras cosas, en el perdón. En otras palabras, edificándonos unos a los otros.

Una última referencia bíblica que quiero compartir con ustedes, es la siguiente: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).

Para ser sincera, a este punto quería llegar porque deseo hacer la siguiente reflexión. Nosotros tenemos el deber – si lo ameritan – de ayudar a nuestros padres y hermanos; y de ser posible, a nuestros familiares o amigos cercanos.  Además, tenemos que honrar los compromisos que hemos adquirido y por lo tanto, debemos ser responsables con nuestras finanzas. Pero también sería una buena obra que demos algo más allá de lo que poseemos, a quien no tiene. Al hacerlo, no debe ser por el sentimiento de amistad o familiar, sino por servir con esa compasión que le debemos a otros. Cuando haces una buena obra viene a nuestras vida una gran bendición.

Cuando tú planificas tu presupuesto, y dices por ejemplo: esto es para mis padres, este monto es para mis deudas y este otro, es para mis gustos personales, olvidándote de darle a quien te manifestó su necesidad; cuando ignoraste a aquel que en algún momento te pidió tu colaboración para ayudar a otro; cuando no consideraste a alguien para compartir lo que por gracia se te ha dado; o cuando te colocaste por encima de quien te está extendiendo una mano necesitada, tú estás en el camino incorrecto.

Compasión, amor, desprendimiento, entre otras sensibilidades humanas que están en esa misma línea, deben expresarse desde lo más profundo de tu interior sin medir o juzgar a quien se lo das. Dios te premiará, Dios te dará en abundancia, Dios te proveerá y Dios te multiplicará cuando dejes de comer tu pan para dárselo al desconocido, al que sufre, al que siente hambre, al que por alguna razón está en la búsqueda de un auxilio. Nuestra gran limitación para alcanzar la prosperidad es nuestro egoísmo, nuestro individualismo. Tú recibirás en la misma medida en que das.

¡Abramos nuestros corazones! No hay que reservarse lo que Dios nos ha dado para que compartiéramos con otros.  No intentemos analizarlo desde nuestro entendimiento. ¡Hagámoslo desde la fe, desde el amor por el Creador!  Él nos brindará la sabiduría – todo conocimiento – para que lo que no comprendamos en el nivel terrenal, lo entendamos en el nivel espiritual.

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